En 2015, vi magia.
Habíamos terminado la versión alfa de nuestro primer chatbot. Escribí una pregunta (algo simple, sobre un producto) y respondió. Correctamente. Automáticamente. Sentí que estaba viendo el futuro aparecer en mi pantalla.
Ese mismo año conocí a Mario Campos. Se unió como nuestro segundo empleado. Éramos cinco personas trabajando en un cuarto de tres por tres metros, con $9,000 dólares de inversión de un ángel inversionista. Sin oficina, sin presupuesto, solo convicción.
Un año después, lanzamos el primer chatbot de Coca-Cola en México y en Guadalajara hicimos una demo frente al equipo de IBM México. Su chatbot contra el nuestro. Desempeño muy similar. Pero mientras ellos tenían un ejército, nosotros teníamos cinco personas y un sueño. Cuando vieron cómo habíamos construido nuestro modelo, se sorprendieron, era muy similar al de ellos. En SoldAI habíamos desarrollado nuestros propios modelos de NLP, deep learning y machine learning. Nos ofrecieron una acquire-hire, nada sobresaliente, eran etapas tempranas. Dijimos que no.
No estábamos haciendo esto para vender. Lo hacíamos porque teníamos que hacerlo.
La empresa que construimos, SoldAI, creció para atender a farmacéuticas, bancos, retail y telecomunicaciones en toda Latinoamérica. Llegamos a $1,000,000 de USD en ingresos anuales recurrente sin inversión de fondos de capital de riesgo. Corregimos inicialmente el 30% de los errores de transcripción de Google en español y obtuvimos una patente.
Pero detrás de cada logro, había un dolor constante: la automatización se rompía todo el tiempo.
Cada nuevo cliente pedía integraciones personalizadas. Había que lidiar con sistemas viejos y reglas de negocio específicas. Cada nuevo proyecto significaba más código, más personas, más tiempo.
No estábamos escalando tecnología. Estábamos escalando esfuerzo humano.
Y entonces... llegó la pandemia.
Los contratos se cayeron y lo que ya venía fracturado, terminó por romperse.
Había cometido un grave error: ceder control en nombre de avanzar. El cap table estaba en equilibrio de poder... pero no en equilibrio de visión. No pudimos cerrar nuestra ronda semilla.
Durante meses, viví con la ilusión de que aún tomaba decisiones pero ya no eran mías. Solo eran aprobadas.
Un día, sin aviso, me ignoraron como CEO (fue como si me hubieran sacado), mis decisiones no eran escuchadas y con eso, perdí más que una empresa: perdí la oportunidad de cumplirle al equipo que apostó por mí.
Pero no me detuve. Porque justo ahí, entendí algo que no había querido ver:
No basta con construir tecnología. También hay que proteger la misión y la cultura.
Mario y yo, decidimos probar suerte juntos. Durante casi dos años, probamos de todo. Nada nos convencía o nos funcionaba.
A finales de 2023, construimos un copiloto de soporte usando LLMs. En 2024, hablamos con más de 200 líderes de IT y escuchamos lo mismo, una y otra vez: el verdadero dolor no era el soporte, era la falta de integración con sus sistemas.
La IA ya podía entender lenguaje. Lo difícil era automatizar procesos reales.
Era el mismo problema que habíamos vivido por casi 10 años.
Y ahí lo vimos claro: el mundo no necesita otro chatbot. Necesita una infraestructura completamente nueva.
Creamos Neuraan para resolver el problema que nunca pudimos arreglar en SoldAI.
En Neuraan, los agentes de IA no siguen scripts. Operan tus herramientas como lo haría un compañero inteligente. Piensan. Deciden. Colaboran.
Automatizan como lo haría tu mejor persona del equipo... pero sin parar, sin agotarse y con trazabilidad total.
Hoy, Neuraan ayuda a empresas de bienes raíces, software y finanzas a automatizar sus procesos críticos. Más rápido que cualquier equipo de IT. Sin código. Sin esperar a que alguien lea una API.
No se trata de reemplazar personas. Se trata de liberarlas.
Nuestro primer creyente fue Daniel Sánchez, mentor en el programa de Google Accelerator México. Conocía nuestro trabajo desde que ayudamos a mejorar la precisión del reconocedor de voz de Google en español, liderado por Mario y los resultados de un piloto exitoso. Dani sabía de lo que éramos capaces. Apostó por nosotros como nuestro primer inversionista.
Luego se unieron otros: operadores y ejecutivos de Google, Amazon, Walmart, ABInBev, PepsiCo, Bepensa, Vales, T-Systems, MVS, por mencionar algunos, con todos colaboramos antes. Una de nuestras primeras clientas fue Karola, de Grupo Eleva. Nos conocimos años antes, cuando trabajaba en Bluebox. Prueba de que las personas importan más que los pitches.
Algo que cuidamos muchísimo es la experiencia de quienes no saben programar, pero saben exactamente qué hay que mejorar. Les damos autonomía. Les damos poder. A los equipos técnicos, les quitamos la carga de construir “pegamento” entre plataformas, para que puedan enfocarse en la verdadera innovación.
Creo firmemente que en poco tiempo, cada persona va a interactuar con la IA todos los días, en lo digital y lo material. No como una herramienta más, sino como un compañero. Un aliado. Un motor.
Y estamos construyendo la tecnología que va a acelerar ese futuro.
No porque esté de moda. No porque sea fácil. Sino porque ya vi lo que pasa cuando no lo hacemos.